ÁGUEDAS, Las
Una vez al año, por febrero, las mujeres zamoranas
asumen el gobierno del mundo en medio de la fiesta, corros, cantos y bailes, donde
son las protagonistas.
Se encomiendan a Santa Águeda, la mártir de los senos
cortados, con misas y oraciones, y la Santa las viste con los trajes regionales
que duermen todo el año en el baúl con alcanfor para que los luzcan con orgullo
en su fiesta y, sobre todo, les da alas para volar más altas que ninguna otra
criatura del Señor, incluidas las cigüeñas, que ya por estas fechas de febrero
adornan blanquinegras el cielo azul de Zamora.
Claudio Rodríguez, nuestro máximo poeta, dijo en El
baile de las Águedas:
“Óyeme tú, que ahora
pasas al lado mío y un momento,
sin darte cuenta, miras a lo alto
y a tu corazón baja
el baile eterno de Águedas del mundo,
óyeme tú, que sabes
que se acaba la fiesta y no la puedes
guardar en casa como un limpio apero,
y se te va, y ya nunca…,
tú, que pisas la tierra
y aprietas tu pareja, y bailas, bailas.”
AJO zamorano
Al arte culinario de Zamora le faltaría uno de sus
duendes principales si no contara en sus platos más conocidos con un diente de
ajo, el ajo que en la Feria de San Pedro luce en soberbias ristras al lado de
otros frutos de la tierra, cerámica y aperos de labranza. Ahí están el ajo
arriero tan presente en la merluza o en el imprescindible y omnipresente
bacalao, las suculentas sopas de ajo que los portadores de los pasos de la
madrugada del Viernes Santo consumen en el Alto de las Tres Cruces para reponer
fuerzas, o el ajo sin más que acompaña a tantos guisos zamoranos.
El dramaturgo Ricardo de la Vega dijo:
“Siete
virtudes
tienen las sopas
quitan el hambre,
y dan sed poca.
Hacen dormir
y digerir.
Nunca enfadan
y siempre agradan.
Y crían la cara
colorada.”
tienen las sopas
quitan el hambre,
y dan sed poca.
Hacen dormir
y digerir.
Nunca enfadan
y siempre agradan.
Y crían la cara
colorada.”
ALBA y Aliste, Palacio de los Condes de
En mi infancia era el Hospicio y muchas veces motivo
para poner a prueba mis habilidades de futbolista, pues de camino del Puente
que me llevaba a mi barrio, tuve que devolver en más de una ocasión la pelota
de los hospicianos que en un lance del juego había ido a parar a la Cuesta de
Alfonso XII, por donde yo bajaba en ese momento. Una pelota que, por otra
parte, dejaba en evidencia los paupérrimos años de la posguerra, pues la
mayoría de las veces estaba construida de trapos, remiendos y gomas de
neumático de coche, para botar más.
Ahora el antiguo Palacio de los Condes de Alba y
Aliste ha recuperado su origen, aun superándolo con creces ya que se ha
convertido en Parador Nacional. Situado estratégicamente en el mismo centro
histórico de la ciudad, frente al Hospital de la Encarnación y vecino del
monumento a Viriato, tiene la suerte de ser testigo de las principales procesiones
de la Semana Santa zamorana, especialmente la del Yacente, de la noche del
Jueves Santo en que los cofrades, vestidos con hábito de estameña blanca,
entonan delante del Palacio su solemne Miserere.
ALCAÑICES
Es la capital de la emblemática comarca de Aliste,
situada al noroeste de la provincia y haciendo frontera con Portugal. En
tiempos medievales fue dominada por los Templarios, aquellos hombres mitad
monjes mitad guerreros que defendían hasta morir los Santos Lugares. Aún quedan
reliquias de la Orden del Temple en la comarca y, concretamente, en Alcañices
aún puede verse la Torre del Reloj de su castillo templario. otro pueblo de entrañable recuerdo para mí,
Fornillos de Aliste, donde de pequeño viví momentos muy felices junto a mis
vecinos Eulalia y Julio, maestros de profesión y hospitalarios de corazón, si
bien el recuerdo más poderoso fue el de la visita que me hizo mi padre durante
una ruta en bicicleta por los embalses. También hay que recordar a Bercianos de
Aliste por su Cristo articulado que durante el Viernes Santo los vecinos del
lugar se acercan a la iglesia donde está crucificado para, una vez desclavarlo
de la cruz, llevarlo a enterrar al campo.
Luis Cortés dijo en su obra Mi libro de Zamora:
“Señalemos que bien anteriormente los Templarios
fueron señores de Alcañices como aún señalaremos que posteriores señores de
esta villa lograron hacerla cabeza de un marquesado que ha dejado su nombre en
nuestra historia. ¡Tiempos mejores serían sin duda aquellos en que por Aliste
había aún bosques con venados o en que los Templarios encontraban algo a su
conveniencia en tales pagos de carrapitos y jarales.”
Y en otro lugar del mismo libro:
“Vamos a asistir al alucinante entierro
de Cristo, en la tarde del Viernes, entre fantasmales cofrades de blancas
vestiduras, que no otra cosa son que los sudarios con que entregarán su cuerpo
a la tierra áspera y dura, que han arañado a diario durante su peregrinar
humano, para extraer de ella su humilde yantar. Permitidme desertar por una vez
la conmemoración ciudadana para vivir el Viernes Santo aldeano de Bercianos de
Aliste, nombre oficial de lo que vecinos y aledaños llaman Bercianos del Camino
o la Ribera, allí donde casi terminan Zamora y España, hacia la banda
portuguesa de poniente.”
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