Hoy, 2 de junio, con el tiempo algo más revuelto y el viento como protagonista, ha saltado a los medios la que será sin duda la noticia política española más importante del año: la abdicación de la corona del rey Juan Carlos a favor del Príncipe heredero, que subirá al trono con el nombre de Felipe VI. La noticia ha generado todo tipo de comentarios, unos positivos y otros no tanto (los exaltados ya hablan de hacer un referéndum para votar o monarquía o república; este país no tiene remedio en lo que a algunos aficionados a la política se refiere).
Yo me quedo con los
positivos y aporto mi pequeño granito de arena. La decisión de Juan Carlos I es
acertada. Los tiempos que corren no son buenos para nuestra Monarquía después
de los graves resbalones delictivos del yerno del Rey y, presuntamente, de su
hija la infanta doña Elena, a quien el juez Castro insiste en imputarla en el
archiconocido caso Nóos, y de los no tan graves, pero igualmente decisivos en
la infravaloración de la Corona,
experimentados por el propio Monarca, que le llevó incluso a reconocer ante las
cámaras sus errores y a pedir disculpas a todos los españoles.
Así que lo mejor es que Juan Carlos I, que ojalá la historia no le discuta el lugar que le corresponde por haber favorecido la implantación de la democracia en nuestro país y salvaguardarla en un momento tan delicado como fue el intento de golpe de estado del 23 F, salga de la escena política sin excesivo ruido y con la elegancia y simpatía de que ha hecho gala en multitud de veces y deje actuar libremente al futuro Rey de España, que vigor, experiencia y rectitud de intenciones no le faltan.
Así que lo mejor es que Juan Carlos I, que ojalá la historia no le discuta el lugar que le corresponde por haber favorecido la implantación de la democracia en nuestro país y salvaguardarla en un momento tan delicado como fue el intento de golpe de estado del 23 F, salga de la escena política sin excesivo ruido y con la elegancia y simpatía de que ha hecho gala en multitud de veces y deje actuar libremente al futuro Rey de España, que vigor, experiencia y rectitud de intenciones no le faltan.
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