¿Adónde nos lleva la mala pronunciación?
Es de sobra
conocido el modo peculiar de pronunciación
del idioma que tienen los hablantes de las diversas comunidades autónomas,
pronunciación que, por sus características propias, nadie puede poner en solfa.
Sin embargo, pasar esa pronunciación a la escritura es ya del todo inaceptable.
Y si el medio donde se realiza esa operación es un periódico, el caso mortifica
más aún y daña la vista del paciente lector.
Un ejemplo
palmario lo ha ofrecido estos días Huelva
información, uno de los diarios más importantes de la ciudad andaluza, al
tratar el caso de la niña incapacitada que ha conseguido una silla de ruedas
para solucionar un tanto su calidad de vida.
Dejando aparte
el desafortunado comentario del “periodista” de turno, según el cual al fin,
todo iba sobre ruedas, la frase más sangrante es la siguiente:
“Ana y sus
padres rebozan de alegría.” (Con z,
ceceo normal en la lengua hablada.)
Lo de rebozar en las artes culinarias podría
pasar si no se abusara del huevo y la harina.
Es evidente que
lo que debió escribir el “periodista” es:
“Ana y sus
padres rebosan de alegría.”
En sentido
figurado, “estar invadidos por un sentimiento o estado de ánimo, de tal
intensidad, que se manifiesta palpablemente”.
Recuérdese que rebosar es un verbo intransitivo que
significa en primera acepción “derramarse un líquido por encima de los bordes
de un recipiente en que no cabe.”
Rebocemos adecuadamente la carne o el
pescado, y si nos salen apetitosos, rebosemos
de alegría. Y a cumplir con el idioma.
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