2. FRANCISCO DE QUEVEDO (Escuela
conceptista)
Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645),
rival literario de Góngora, con el que mantuvo una acérrima disputa durante
toda su vida, nació en Madrid en el seno de una familia que trabajaba en la
Corte. Hizo sus primeros estudios con los jesuitas en Madrid y luego cursó
Humanidades, Lenguas modernas y Filosofía en la universidad de Alcalá de
Henares. Finalmente, estudió Teología en la de Valladolid. Llegó a ser
secretario real y estuvo en Italia como consejero del duque de Osuna en un
tiempo de zozobras e inseguridades para su persona. Aunque contrajo matrimonio
a los 54 años, su vocación de casado era nula y al poco tiempo se separó. Su
afición a las intrigas palaciegas le llevaron a la cárcel en más de una
ocasión; la más dura (5 años) la pasó en el convento de San Marcos de Léon. Al
salir de la prisión, su salud quedó tan menguada que, tras una estancia de
confinamiento en la Torre de Juan Abad, de su propiedad, acabó de morir en Villanueva
de los Infantes (Ciudad Real).
En tres grupos
podemos dividir la inmensa producción poética de Quevedo:
Poesías amorosas, entre las que
destacan muchos romances, letrillas y sonetos dedicados a damas ocultas bajo
nombres clásicos, como Lisi, Lisis o Liseida, nombre que encubre
a Luisa de la Cerda, de quien estuvo enamorado; otros ejemplos: A Dori, A Flora o A Aminta, que se
cubrió los ojos con la mano, cuyos primeros versos dicen: “Lo que me quita
en fuego me da en nieve / la mano que tus ojos me recata”.
Dámaso Alonso,
gran conocedor de la poesía de Quevedo, dice de él que “es el más alto poeta de
amor de la literatura española”. Y hablando de amor, así define este
sentimiento nuestro poeta: “Es hielo abrasador, es fuego helado, / es herida
que duele y no se siente”
Poesías sentenciosas y morales, entre
las cuales sobresalen sátiras, sonetos y otras composiciones de tono moral,
sagrado, fúnebre, político… Algunos títulos son: A Cristo resucitado, Al mal
gobierno de Felipe IV, Enseña cómo
todas las cosas avisan de la muerte o
Desde la torre: “Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos pero
doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con
mis ojos a los muertos…”
Poesías festivas, entre las que
destacan letrillas, canciones, epitafios, sonetos, jácaras…, donde se denuncian
o atacan defectos físicos y morales y costumbres licenciosas; otras veces son
simples juegos verbales. Muestras de lo que decimos son las tituladas Poderoso caballero es don dinero, Contra don Luis de Góngora (“Y para
adelante digo / que te enmiendes de tus cargos, / y pues eres manicorto, / no
seas lengüilargo”), Mujer puntiaguda con
enaguas, Al ruiseñor o, la más
famosa aún, A una nariz, que
empieza: “Érase un hombre a una nariz pegado, /érase una nariz superlativa…”
Quevedo emplea
un lenguaje especial que convierte el verso en una expresión rápida y densa de
sentido a la vez. La construcción sintáctica es nerviosa y el vocabulario
expresivo y rico, y, cuando quiere y la expresión lo necesita, inventa
neologismos (archipobre, protomiseria). Y si hablamos de figuras retóricas, en
sus versos encontramos una amplia representación de ellas: antítesis (“si un
tiempo fuertes, ya desmoronados”), expresiones de doble o múltiple sentido (“en
breve cárcel traigo aprisionado”), imágenes inusuales (“traigo el campo que
pacen estrellado / las fieras altas de la piel luciente”), metáforas
esplendorosas que unas veces embellecen (“relámpagos de risas carmesíes”) y
otras deforman la realidad (“la fortuna mis tiempos ha mordido”), empleo
especial de las formas de algunos verbos (“soy un fue, y un será, y un es
cansado”). Paradojas, hipérboles y juegos de palabras conceptistas que a veces
se interrelacionan entre sí.
Los textos
elegidos son cuatro composiciones quevedianas, pertenecientes a los cuatro
tipos de poesías que preferentemente cultivó el poeta. La primera es un intento
de definir algo tan indefinible como el amor. La segunda, escrita un par de
años antes de su muerte, refleja la situación de ruina de todo cuanto rodea al
poeta y de su propia persona. La tercera es un juego metafórico que define a un
ruiseñor. Y la cuarta, la letrilla Poderoso
caballero es don dinero.
1.
“Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que
duele y no se siente,
es un soñado
bien, un mal presente,
es un breve
descanso muy cansado.
Es un descuido
que nos da cuidado,
un cobarde con
nombre de valiente,
un andar
solitario entre la gente,
un amar
solamente ser amado.
Es una libertad
encarcelada,
que dura hasta
el postrero paroxismo;
enfermedad que
crece si es curada.
Éste es el niño
Amor, éste es su abismo.
¡Mirad cuál
amistad tendrá con nada
el que en todo
es contrario de sí mismo!”
2.
“Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo
fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de
la edad cansados,
por quien caduca
ya su valentía.
Salíme al campo,
vi que el sol bebía
los arroyos de
hielo desatados,
y del monte
quejosos los ganados
que con sombras
hurtó su luz al día.
Entré en mi
casa; vi que, amancillada,
de anciana
habitación era despojos;
mi báculo, más
corvo y menos fuerte.
Vencida de la
edad sentí mi espada.
Y no hallé cosa
en que poner los ojos
que no fuese
recuerdo de la muerte.”
Quevedo es uno de nuestros más grandes sonetistas junto a nombres como Garcilaso, Lope de Vega, Herrera, Bocángel o Góngora en la Edad de Oro, y Unamuno, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego o Miguel Hernández en el siglo XX. Nótese la progresión de las ideas en los dos cuartetos y en parte de los tercetos, para culminar el desenlace en el último terceto del primer soneto ( "Éste es el niño Amor, éste su abismo...")y en los dos últimos versos del segundo soneto ("Y no hallé cosa en que poner los ojos / que no fuese recuerdo de la muerte.").
3.
“Flor con voz,
volante flor,
silbo alado, voz
pintada,
vida de pluma
animada
y ramillete
cantor.
Di, átomo
volador,
florido acento
de pluma,
bella organizada
suma
de lo hermoso y
lo süave,
¿cómo cabe en
sola un ave
cuanto el
contrapunto suma?”
Obsérvese el juego de metáforas empleado a lo largo de los ocho primeros versos (hasta nueve metáforas: flor con voz, volante flor, silbo alado, voz pintada, vida de pluma animada, ramillete cantor, átomo volador, florido acento de pluma, bella organizada suma de lo hermoso y lo suave), y la pregunta final de los dos versos últimos que expresan la admiración y la sorpresa del poeta. No pasa inadvertido el empleo de las dos "suma" para lograr la rima consonante: una palabra es sustantivo y otra un forma verbal. Se trata, pues, de una décima genial, como pocas de las que existen en nuestra poesía.
4.
“¿A quién no le maravilla
ver en su gloria
sin tasa
que es lo más
ruin de su casa
doña Blanca de
Castilla?
Mas pues que su
fuerza humilla
al cobarde y al
guerrero,
poderoso caballero
es don dinero.
Sus escudos de
armas nobles
son siempre tan
principales,
que sin sus
escudos reales
no hay escudos
de armas dobles;
y pues a los
mismos nobles
da codicia su
minero,
poderoso
caballero
es
don dinero.
Por importar en
los tratos
y dar tan buenos
consejos,
en las casas de
los viejos
gatos le guardan
de gatos.
Y pues él rompe
recatos
y ablanda al
juez más severo,
poderoso caballero
es don dinero.
Es tanta su
majestad
(aunque son sus
duelos hartos),
que aun con
estar hecho cuartos,
no pierde su
calidad;
pero pues da
autoridad
al gañán y al
jornalero,
poderoso
caballero
es don
dinero.”
No pase por alto el estribillo del pareado "poderoso caballero / es don dinero", con el que se cierran las mudanzas que forman la letrilla, así como el llamado verso de vuelta de cada una de ellas y que rima con el citado estribillo ("al cobarde y al guerrero", "da codicia su minero", "y ablanda al juez más severo" y "al gañán y al jornalero", respectivamente). Así pues, el esquema estrófico de la letrilla presente sería: 8a 8b 8b 8a 8c 8c 5c y así, sucesivamente.