Segundo
día
Llueve. De la noche pasada bastará recordar
Que dormimos en un antiguo convento:
La penitencia… románticas apariciones…
Bromas aparte, lo que nos espera hoy
Sigue siendo cosa de encantamiento.
¡La Ciudad Encantada !
Desde alturas escalofriantes
El autobús nos permite hacer de pájaros
Y admirar paisajes extraordinarios,
Altos farallones de piedra erosionada,
Abajo el río Júcar salido de madre
Y la ciudad de Cuenca como un lugar de cuento.
Estamos en el reino de la niebla.
El árbol y la piedra son los reyes.
Y en medio, la serpiente oscura de la
carretera.
El autobús asciende, asciende…
Y de repente, la Ciudad Encantada.
Dos horas de recorrido por el mundo de
la imaginación.
Nuestros únicos acompañantes, la niebla
y la lluvia
…y al final hasta unos cuantos copos de
nieve.
Aquí, en la Ciudad Encantada ,
a 1500 metros
de altura,
En plena Serranía de Cuenca, todo es
posible.
La piedra calcárea, ciclópea y
erosionada,
Es la verdadera protagonista de la
mañana.
Puentes,
arcos, gargantas, barcos varados,
cabezas de persona, animales
fantásticos,
caminos de cuento, jardines imposibles,
musgos, líquenes, tomillos
y hasta algún pájaro despistado
que de pronto rompe este profundo y
pétreo silencio
con un gorjeo que es sorpresa y llamada
del más allá.
A mediodía, aún sin desencantarse del todo los viajeros,
Son llevados por el autobús casi en
volandas,
A ras de precipicios vertiginosos,
Hacia otro encantamiento: la Ventana del Diablo.
A la derecha queda el nacimiento del
río Cuervo.
Y por un tobogán de escalofrío
Vamos recordando
el Paraíso anterior de la Ciudad Encantada
Hacia los dominios del Diablo.
Pinos y más pinos,
rocas y más rocas abren paso al autobús
Que en manos del chófer
convierte el mareo y el vértigo en
aventura.
Desde la Ventana del Diablo,
En contra de lo que pudiera esperarse,
Admiramos un nuevo paraíso:
Un Paisaje de alturas silenciosas y
violetas,
Vuelos de lluvias y nieblas.
Desde los arcos de piedra de la Ventana
Los ojos se emocionan tanto como el
corazón.
Abajo, muy abajo, entre paredes de
roca,
Taludes de pinares y verdes
enriquecidos por las lluvias,
Baja formidable, retorciéndose en olas
y en espumas,
El valiente Júcar.
Ya en carretera plana, de vuelta a la Cueva del Fraile,
Nos saluda momentáneamente el sol,
En otra tregua de la lluvia.
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