Catástrofe,
hecatombe, cataclismo.
Normalmente solemos emplear, para calificar una
desgracia natural de considerables dimensiones, cualquiera de las tres palabras
anteriores. Y así decimos indistintamente:
“Las riadas sufridas por el pueblo el invierno pasado
han resultado ser una catástrofe
para la ciudadanía.”
“Las riadas sufridas por el pueblo el invierno pasado
han resultado ser una hecatombe para
la ciudadanía.”
“Las riadas sufridas por el pueblo el invierno pasado
han resultado ser un cataclismo para
la ciudadanía.”
Pero ¿qué significan originariamente estas tres
palabras que solemos emplear para definir la misma cosa?
Catástrofe. Tomado
del griego “katastrophé” (que significa ‘ruina, trastorno, desenlace
dramático), y éste de “katastréphõ” (`yo destruyo’).
Hecatombe.
Deriva del griego “hekatómbe” ( que significa ‘sacrificio de cien bueyes’) de
“hekatón” (‘cien’) y “bûs” (‘buey’). Los antiguos solían sacrificar a los
dioses cien bueyes para aplacar su ira.
Cataclismo.
Procede del latín “cataclysmos” (que significa ‘diluvio?), y éste del griego
“kataklysmós” (también ‘diluvio’), derivado a su vez de “kataklýzõ” (que
significa ‘yo inundo’). Parece que es el único significado que se acerca a las
“riadas” de la frase.
Mientras que un diccionario corriente las define del
siguiente modo:
Catástrofe:
Suceso que causa mucho mal.
Hecatombe:
Desastre con muchas víctimas.
Cataclismo:
Trastorno de gran magnitud que sufre la Tierra o parte de ella a causa de un agente
natural.
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