Al atardecer
sale de San Juan
La Soledad
más sola y enlutada.
Suena la
Salve en labios de las damas
que la
acompañan en su desfile triste
por la
ciudad del alma,
también
de luto, con la mirada fija
en la tulipa
que arde
en la noche
callada.
La lluvia
aguarda tras las nubes negras,
mientras
el silencio, un ofidio
que serpea
entre el desfile,
es la
imagen del tiempo que perdura;
y el recuerdo,
una lágrima
que en
los ojos más puros de una niña
es una
perla de esperanza.
Compás
de espera, como el surco espera
que los
granos germinen.
A lo
mejor mañana…
Mientras
tanto la Virgen con la mirada puesta
en las
manos cogidas en un gesto que asume
el destino
más alto, expone su dolor
ante el
mundo de siempre.
Lo sé
aunque no haya ido
este año
a mirarla.
Lo sé
porque he vivido
ese instante
mil veces.
Mi novia desfilaba
con la blanca tulipa
y la triste mirada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario