El pañuelico ondea en
nuestro cuello.
Mira, Chema, acabo de llegar a Pamplona en plena efervescencia de
los Sanfermines y no te oigo bien por el móvil; así que escucha bien lo que voy
a decirte. Seré lo más breve posible. Estoy hospedado con unos cuantos
amiguetes en una fonda cercana a las Plaza Mayor y anoche estuvimos hasta las
tantas liados con tapas y chiquitos, y andamos todos un poco groguis. Pero ya
estamos en la calle dispuestos a realizar una nueva carrera. Dicen aquí al lado
que ya han dado el chupinazo de salida, de modo que de aquí a un par de minutos
pasarán a nuestra altura los toros en su carrera frenética hacia la plaza. Luis
es el que peor está por los excesos de anoche y todos le decimos que se quede
tras las vallas, que ya haremos por él la carrera los demás. El follón es de
los que sólo se viven una vez, y a unos metros ya aparecen los primeros
corredores. Chema, tengo que colgar. Ya te contaré más tarde cómo ha ido.
Espero que no salga ninguno revolcado; preparados estamos todos y el pañuelico
ondea en nuestro cuello animándonos a correr. Hasta más tarde.
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