Vamos con el II de los pequeños comentarios sobre la Consulta.
II.
En Nochebuena, como todos los años, el Rey se dirigió por televisión a todos los españoles para recordarnos quiénes somos y adónde queremos ir, a la vez que para desearnos lo mejor para el año próximo. Sin embargo, esa noche una de las cadenas televisivas no prestó su pantalla para ver y oír al Monarca. Y ya saben cuál es. Efectivamente, la TV3 catalana, que, de nuevo dando la espalda al seny proverbial, prefirió mostrar su lado más infantil y maleducado, como si se tratara de la rabieta momentánea de un colegial de Primaria respecto a su maestro porque, según él, le tiene manía. Ya ven ustedes.
No voy a recordar que dicha cadena está subvencionada
con dinero público de todos los españoles. ¿Para qué? A estos pocos
irresponsables que “gobiernan” a los españoles de Cataluña, empecinados en sembrar
la discordia entre ellos, les da lo mismo un clavo que una alcayata, aunque los
torcidos sean esos “gobernantes”.
Yo les recomiendo a este tipo de “gobernantes”
catalanes que se lean el artículo de Maragall El Rey en Cataluña, referido a la visita que el regio abuelo del
rey actual hizo a Barcelona en 1908, visita durante la cual todos los catalanes
supieron estar en su sitio. El párrafo siguiente lo confirma: “Las cosas han
sucedido como normalmente debían suceder; la multitud ha estado al paso de la
regia comitiva con la expansión natural de su curiosidad satisfecha; las
autoridades han cumplido con la etiqueta; la burguesía con su adhesión
instintiva al mayor símbolo de solidez social que se le ofrece; el pueblo con
su infantil cooperación a toda fiesta; y los hostiles se han quedado en casa
sin que, ni sus exhortaciones hayan logrado turbar el aire de aquélla, ni su
ausencia de la misma haya sido muy notada.”
Cada uno en su sitio, y las autoridades en el suyo:
guardar la etiqueta y la buena educación. Y si hasta ahora todos los años por
Nochebuena la televisión catalana transmitía la alocución del Rey, a las
autoridades no se le caerían los anillos permitiendo que los catalanes que
quisieran oír al Jefe de Estado pudieran hacerlo, y los que no, que hicieran lo
que los “hostiles” del artículo del autor de La vaca cega. Es de ley y de pura y sana convivencia.
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