AMOR TRANQUILO
Llámala por teléfono
y dile una vez más que la
recuerdas,
que la quieres. Y luego
ve corriendo a su encuentro.
Mírala a los ojos, que ella vea
que es verdad lo que dices.
Eso basta. Sobran mieles de
nombres
y adjetivos, promesas
de verbos que se esfuman
en cuanto rozan el fuego de la
tarde,
nada más abandonar la lisa
solidez de los labios.
Mírala a los ojos y no esperes
a que se apague el fuego
tranquilo del amor.
Enciende la cerilla de un abrazo.
La llama prende sola entre los
cuerpos
como el fuego en la leña.
Lo demás viene solo,
si no pierdes el tren de la
paciencia.
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