EL SUEÑO DE ALMANZOR
Una noche en Granada dormía tranquilo en su palacio el
caudillo Almanzor, dueño y señor de un gran poderío en gran parte de las
tierras de España y terror de los monarcas que aún seguían gobernando en sus
reinos. De pronto una pesadilla lo despertó temblando y con el sudor regándole
gran parte de su cuerpo. Se tiró sobresaltado del lecho y se acercó a la
ventana de su dormitorio, que daba a la exuberante vega granadina, para tomar
aire. Al cabo de unos segundos se tranquilizó pensando que, siendo Almanzor y
dominando como dominaba gran parte de España, no tenía nada que temer. Pero
cuando iba a girarse para regresar al lecho, descubrió en lo alto del cielo
azul oscuro de la noche que las estrellas que llenaban el firmamento, se
separaban velozmente para dejar paso a la imagen de una bella señora que
portaba en su regazo un niño tocado con una corona de oro. La visión le turbó
de tal manera que ya no puso conciliar el sueño en toda la noche. Cuando llegó
la luz del nuevo día se tiró del lecho dispuesto a entregarse a sus tareas de
gobierno y así olvidarse de la preocupación que había sembrado en su alma la
vista de la señora con el niño de la corona de oro. Sin embargo, a las pocas
horas del día se presentaron en la sala del trono dos mensajeros que venían de
tierras ocupadas por los cristianos para anunciarle que la reina Elvira de
León, regente de Alfonso V, muy niño todavía, se había aliado con el Conde de
Castilla y con Sancho el Mayor de Navarra para asestarle el golpe definitivo
que acabaría con su imperio. Almanzor ya no se recuperó jamás de su pesimismo,
que le duró hasta el día en que se enfrentó con sus ejércitos a los de
Castilla, León y Navarra en Catalañazor (Soria), donde el propio Almanzor halló
la muerte y a partir de entonces el imperio moro empezó a perder terreno ante
el avance implacable de los monarcas cristianos.
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