lunes, 10 de marzo de 2008

HILO DIRECTO CON DIOS

UN COLEGIO PRIVADO

No pensaba remover más el pasado respecto a los años que pasé como profesor en un colegio privado del Vallés porque ciertas cosas es mejor dejarlas como están para no perturbar la salud mental de un hombre. Pero cuando una noche de éstas salió en televisión una cara que me era familiar hablando del acoso que sufren los profesores hoy en día, cada vez más en aumento, por parte de algunos miembros de la comunidad escolar, ya sean alumnos, padres o los propios colegas, algo en mi interior, sin duda latente, se agitó de tal modo que, como en una película muda, vi proyectadas en la pantalla de mi memoria ciertas escenas (no voy a especificar de momento su naturaleza) de aquel tiempo oscuro (aunque he de reconocer que hubo en sus principios luces abiertas y positivas) que viví en aquel colegio del Vallés. Y más cuando sobreimpreso en la pantalla de la televisión leí el nombre del profesor que en ese momento hablaba, Manuel Giménez, que a la sazón era Director de un Centro de enseñanza de la periferia de Barcelona. Recuerdo muy bien su paso por el Colegio y su posterior salida de él, y recuerdo también una anécdota que vivió con la persona que entonces se encargaba de entrevistar a los futuros profesores del lugar, Cesáreo Calvo, que después sería uno de los principales jerifaltes del Colegio y, finalmente, en el declive de su astro personal, un profesor sin grado, al que como no estaba acostumbrado a dar clases, el mero hecho de entrar en una aula le resultaba francamente insoportable. Pues bien, en aquella ocasión Cesáreo Calvo le formuló tres preguntas que fueron durante mucho tiempo síntoma de la naturaleza del Colegio. Esas tres preguntas eran: primera, "¿Te gusta dar clases a chicos adolescentes?"; segunda, :"¿Vas con regularidad a misa?"; y tercera, "¿Conoces la Obra?" Y estas fueron las tres respuestas que le dio Giménez: primera, "Desde siempre me ha gustado mucho"; segunda, "Todos los domingos y fiestas de guardar"; y tercera, "He trabajado algún tiempo en las oficinas de Nuñez y Navarro y conozco al dedillo el funcionamiento de la construcción". Sin comentarios.
En las páginas que siguen intento retratar la verdad de un Colegio, cuyo funcionamiento conocí de primera mano durante veintiocho años. Lo único que he modificado por razones obvias en la historia que cuento han sido los nombres de sus personajes y el del mismo Colegio, así como el libro de cabecera de la Obra, que todo el mundo conoce muy bien.
Confieso que, mientras iba rescatando de la memoria las diversas escenas de que consta el libro, yo mismo iba notando en mí como una especie de terapia saludable. Ahora ya puedo decir que estoy casi curado.

2 comentarios:

  1. Yo nunca entendi que pintabas exactamente entre aquella panda de meapilas hipocritas. En un principio, confundi tu respeto con la anuencia, pero pronto comprendi, leyendote entre lineas, que no eras uno de ellos. Cierta retranca y un tanto de cinismo respetuoso te permitian navegar entre dos aguas. De todas formas, lo incomprensible era que aceptasen a un poeta entre ellos. O bien no sabian lo que significa la poesia, o no eran tan inteligentes como pretendian. Todo y asi, no deja de sorprenderme lo que relatas sobre los abusos sexuales, pensaba que, incluso ellos, tenian ciertos limites en su hipocresia que no se atrevian a traspasar. Sigue contando, por favor. No lo interpreto como un ajuste de cuentas. Te considero ajeno a la venganza, que ademas no serviria de nada. Siempre es bueno enfrentarse a los fantasmas del pasado, mas que nada para convencerse de eso, de que eran fantasmas.

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  2. El comentario anterior deberia seguir a la segunda parte, pero, incomprensiblemente lo he puesto aqui. No consigo sacudirme la torpeza ante los teclados.

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