(A partir de Temps afegit, La Campana, Barcelona, 2001)
La vida es azar, desde el hecho del nacimiento hasta
el hecho de la muerte.
No tengo la sensación de haber perdido el tiempo, ni
tampoco el de haberlo explotado. He gastado el tiempo libremente en actividades
y en pausas diversas, sin haberme propuesto ningún plan de inversión.
Tengo tendencia a narrar observaciones y cierta
coherencia personal. A estas alturas de la vida me tranquiliza poder continuar
escribiendo con libertad. (Temps afegit.)
La oscuridad y la claridad hacen la bandera del mundo.
(La persiana.)
Me gusta ir a pasar ocho días en una ciudad
extranjera.
En el momento en que miro el primer escaparate, o
espero que el semáforo se ponga verde, o leo en una placa el primer nombre de
una calle, es cuando siento que el viaje ha comenzado, que puedo jugar al azar
del espacio y sentirme en él señor del tiempo. (Quan comença el viatge.)
La mirada tiene una memoria que también envejece. (La
finestra.)
Me gusta escuchar algunas canciones que recogen un
hecho muy concreto de la experiencia humana. Canciones hechas con la
inteligencia de la sencillez, porque sus autores sabían que el corazón funciona
con pequeños latidos, y las emociones que perduran no son nunca las
taquicárdicas.
Una canción capaz de crear un escenario permite que
todo el mundo entre en él. (Aquestes cançons.)
Si decimos que hay cosas que pasan de padres a hijos
es porque la vida individual no puede pasar. Morir quiere decir alzar una
barrera impenetrable y, en los hijos, lo que más se ve del padre es su
ausencia. Esta ausencia aparece en un gesto, en una manía, porque hemos
heredado la manía o el gesto como una fatalidad, mientras que los sentimientos
y los pensamientos que había detrás no han podido transmitirse. (Mirar els
germans.)
No sabría entrar en una platea de teatro abriendo
simplemente una puerta, como la puerta del piso, la de la oficina, la del café
habitual. El misterio solicita un mínimo itinerario.
Compadezco a los que suben a un barco cuando ya
retiran la escala, me gusta estar sentado en la platea de un teatro antes de
que el barco empiece a moverse, embarcado en la magia del viaje inminente y,
expectante, asistir al nacimiento del primer oleaje. (Seure al teatre.)
Miro todo lo que hay en las fotos. Muchas cosas. Pero
todo se me desenfoca inmediatamente porque cuando miro estas fotos veo en ellas
lo que no hay.
Una fotografía inmoviliza lo que reproduce y no puede
retratar nunca nada de lo que hay alrededor. Y todo lo que hay alrededor es lo
que yo veo cuando miro una fotografía. Una buena foto es la que nos hace
revivir lo que no sale en ella, el punto de partida para recuperar lo que se ha
hecho invisible. (Fora de les fotografies.)
Nunca he creído que un escritor pueda elegir de qué
manera quiere ser. Un escritor es como es y escribe como escribe.
Ser un escritor de mayorías o de minorías es una
fatalidad incorregible. Está inscrita en los genes de cada escritor, a quien le
han tocado un cerebro, una sensibilidad y una aptitud narrativa, descriptiva y
de lenguaje que constituyen su identidad natural de escritor. Si ya no ha sido
posible inventarse la clase de escritor que uno es, siempre fracasará el
intento de inventarse el escritor que uno no es.
Un escritor sólo puede producir vinos de su
denominación de origen. Si eso se viera claro, la paz literaria sería un hecho.
(La fatalitat de l’escriptor.)
Pienso que sin proponérmelo, escribo para algunas
personas que pertenecen a uno de estos dos ámbitos diferentes, el minoritario y
el mayoritario. Y lo pienso porque algunas personas de una clase y algunas de
la otra me dicen que me han leído.
Este hibridismo tal vez proporciona, como
compensación, un cierto relativismo higiénico-mental vital. (L’hibridisme.)
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