viernes, 9 de mayo de 2008

HILO DIRECTO CON DIOS

EL CASO BOTELLA

El Pabellón del Delfín por las tardes se transformaba en una nueva Sección, la de la SET, adonde acudían alumnos mayores que nada tenían que ver con los de la mañana. De extracción social más modesta, eran hijos de trabajadores que poseían suficientes medios económicos como para llevarlos a un colegio como el Colegio, que disfrutó durante los primeros años de su existencia de un merecido prestigio educativo, para recibir una buena instrucción. Eran alumnos procedentes de las más diversas escuelas del Vallés y, por consiguiente, poseedores de una formación variopinta, y desde luego sin las miras religiosas de los alumnos de la mañana, cuya mayor parte pertenecían a familias religiosas, acaudaladas y conservadoras. Yo fui desde los últimos años setenta hasta casi el final de mi trabajo en el Colegio profesor también de la SET. Los gastos de la casa, la educación de mis hijos y la adquisición de la segunda vivienda cerca de Montserrat, una modesta casita de una planta y un pequeño jardín, me exigían ese sobreesfuerzo laboral.
En el Pabellón del Delfín pasamos momentos muy felices el "Extremeño", Manolo Hierro y yo. Aunque allí tuvimos que vivir otros tiempos no tan dichosos rodeados por todas partes de “santos” aquí en la tierra, “santos” como el citado Molinos, el cual se creía a pies juntillas que tenía línea directa con Dios, o Xavi Botella, un profesor de mediana edad muy serio, al que los demás de la Obra lo tenían como un modelo de preceptor y luego salió rana.
El caso “Botella” resultó ser todo un escándalo. El preceptor Xavi Botella llegó a ser jefe de preceptores y hasta subdirector del Colegio. Era delgado y alto, moreno, con unas ojeras que le llegaban a la nuca y daba clases de Catalán, Inglés y Religión, clases contadas, claro, con el añadido de que, si algo relacionado con la administración del Colegio le exigía quedarse en el despacho, lo hacía sin inmutarse lo más mínimo pues ya había en cada sección los martirizados profesores encargados de sustituirle. (A las sustituciones las llamaba Alberto Aguirre “prostituciones”, porque quienes se cuidaban de hacerlas eran con toda seguridad los profesores que no pertenecíamos a la Obra.)
Volviendo a Botella, una de las familias que preceptuaba este singular personaje era la familia Fuentes, familia adinerada de la vecina población de Sabadell a la que conocía de siempre el profesor, pues antes de vivir en la Residencia del Colegio, Xavi Botella había residido en una casa de la mencionada ciudad vallesana, muy próxima de la de los Fuentes, y los domingos solía verse con ellos, después de asistir a misa, en la plaza donde los "castellers" suelen montar sus torres humanas. Allí, en uno de los bares que poseía la familia Fuentes, se sentaban en la terraza y tomaban el vermú hablando del Colegio, de la educación de los hijos y de los problemas del mundo, el demonio y la carne. Ante la belleza exuberante de la señora Fuentes, debió de empezar a marearse el preceptor de sus hijos, soltero, obligado por los votos de castidad a guardar la abstinencia consabida. La señora Fuentes iba mucho por el Colegio entre otras cosas para asistir a la entrevista quincenal a la cual la citaba Botella, pero también para brujulear por la Secretaría o la Gerencia del Pabellón Central. Era una mujer que llamaba la atención en todos los sentidos y de todos ellos, en especial el de la vista. Cuando llegaba la primavera, la señora Fuentes florecía bajo la escasa ropa que solía llevar siempre, y sus largas y bien torneadas piernas eran una tentación pecaminosa. Y no digamos nada de las otras partes de su opulenta anatomía. El "Extremeño" me decía, cuando juntos asistíamos al milagro de su aparición en alguna parte del Colegio, que por el canalillo de sus pechos podía uno descender gozosamente al infierno y ganar allí el cielo durante unos minutos. Cuando la osadía, que no tiene freno en algunas actividades humanas, me empujó a publicar mi libro de poesías El tiempo transparente, una de las primeras personas que lo compró fue la señora Fuentes y en cuanto lo leyó quiso hablar conmigo. ¡Vaya trago! Porque aunque acepté de buena gana reunirme con ella en una de aquellas suntuosas salas de visitas de la zona de Recepción, antes tuve que pasar un trámite penoso promovido por los gerifaltes del Colegio porque en principio ningún profesor podía entrevistarse con las madres de los alumnos si éstos no eran preceptuados suyos o pertenecientes al curso donde él impartía clases. Una vez superado el requisito, me vi con la señora Fuentes en una de las mencionadas salas: cuadros auténticos y de firmas reconocidas, sofás de cuero, cortinas de seda y muebles de madera cara. Durante la entrevista no pude evitar mostrarme azorado como un adolescente pues no sabía dónde mirar para no chocar con las formas opulentas y sustanciosas de la mujer. Ésta me dijo al final de una conversación nerviosa y entrecortada (una pena, en resumen):
“Debe de ser un milagro saber escribir poesía como tú lo haces, con esa ternura y sensibilidad que empleas al hablar de tu tierra y tu adolescencia y esa triste melancolía cuando lo haces de la muerte de tus padres. A mí me gustaría tanto saber escribir así... Soy muy aficionada a la poesía, a la buena poesía, como la tuya. Por medio de la lectura se puede conocer perfectamente el alma del poeta que ha dejado en los versos su corazón y sus sentimientos...”
Con el paso del tiempo y recordando las palabras que la señora Fuentes me dijo en aquella breve entrevista que mantuve con ella, seguía sin comprender muy bien lo que había ocurrido entre ella y Botella.
El caso fue que el joven preceptor cayó en las redes de la despampanante pescadora (pescadora, no pecadora, que posiblemente también, aunque nadie está aquí para juzgar las idas y venidas de sus semejantes). Y de la noche a la mañana Xavi Botella no volvió a aparecer por el recinto del Colegio. Pero no sólo ocurrió eso, sino que el modelo de preceptores, religioso hasta la médula, abandonó la Obra, cuyas normas y sistema de vida no encajaban con la bomba sensual que representaba para él el conjunto de tetas, trasero y piernas de la madre de sus preceptuados. Por otra parte y para culminar la obra bien hecha, la señora Fuentes abandonó también su hogar y su familia para irse a vivir con Botella a un barrio lujoso de Barcelona. Curiosa coincidencia entre sus nombres, Fuentes, Botella, y el idilio que empezaron a vivir juntos. Todo el mundo decía que era de esperar, que la señora pasaba más tiempo en el Colegio que en su casa. Pero allá ellos. Lo curioso de todo no acaba aquí. Pues la versión “oficial” (dada por la agencia del propio Colegio) de la repentina desaparición de Xavi Botella fue que el preceptor había tenido que dejar la labor que ejercía en el Colegio para llevar a cabo una investigación didáctica sobre la influencia del Inglés en la enseñanza española durante los años ochenta, investigación didáctica que debía efectuar en una Universidad del Norte.
Echar tierra encima. Ese era el método. Lo mismo que hicieron cuando ocurrió lo del profesor Demetrio Velarde con el alumno Daniel López.

No hay comentarios:

Publicar un comentario