I.
EDAD MEDIA
- El Poema de Mio Cid (Siglo XII)
El Poema de Mio Cid consta de tres partes:
Cantar del
destierro: el héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar es desterrado de Castilla
por el rey Alfonso VI. Le acompañan caballeros leales. A su paso por Burgos
nadie se atreve a alojarlo porque el pueblo ha recibido amenazas severas del
rey. En el monasterio de Cardeña se despide de su esposa doña Jimena y de sus
hijas Elvira y Sol, a las que deja al cuidado del abad don Sancho. Luego lucha
y vence en varias batallas a los moros en su camino hacia Valencia y también al
conde de Barcelona.
Cantar de las bodas: tras conquistar
Valencia, el Cid envía al Rey a su fiel Alvar Fáñez para donarle parte del
botín obtenido tras los combates. Como consecuencia de ello, señor y vasallo se
reconcilian. En Valencia se reúne el Cid con su mujer e hijas, y los ambiciosos
infantes de Carrión solicitan al Soberano casarse con Elvira y Sol. Alfonso VI
accede con reservas, y las bodas se celebran con gran fastuosidad.
Cantar de la afrenta de Corpes: los
infantes son objeto de burla y tildados de cobardes por parte de algunos
caballeros del Campeador tras lo ocurrido con el león que se escapa de su
jaula. Entonces los burlados piden a su suegro que les permita irse con sus
mujeres a Carrión. En el robledal de Corpes, camino de sus tierras, atan a las
mujeres a unos árboles, las azotan y, finalmente las abandonan. Enterado el
Cid, exige justicia al Rey y el monarca se la concede en la Corte. Los
caballeros del Campeador derrotan a los Infantes en un torneo. Finalmente,
Elvira y Sol contraen matrimonio con los príncipes de Aragón y Navarra.
En el Poema de Mio Cid aparece el personaje
principal, Rodrigo Díaz de Vivar, como un modelo de esposo, padre, vasallo y
estratega militar, cualidades que se ven acompañadas de otras virtudes humanas,
como la generosidad, la nobleza, la valentía y la religiosidad.
El estilo del Poema presenta, entre otros,
los siguientes rasgos característicos del lenguaje épico y de obras de
transmisión oral: empleo de epítetos épicos, como
“Campeador”, “el de la luenga barba”, “el bienhadado”…, enumeraciones
(abundantísimas), fórmulas del tipo “de muy buen
grado”, estilo directo (asistimos constantemente a las
palabras de los personajes), diversidad de tiempos verbales
con abundancia del presente histórico (“esto le
contesta entonces”, “le dice”, “le va a besar”, “las
vuelve a mirar”…), llamadas al público para atraer su atención,
como “ved”, “nunca visteis más llorar”…
El tema del Cid aparece en posteriores
producciones literarias: en el Romancero, en el teatro
del valenciano Guillén de Castro (Las mocedades del Cid)
o en el poema Castilla, de Manuel Machado; y, fuera de
nuestras fronteras, en el francés Corneille (El Cid),
por ejemplo.
El texto escogido
trata el momento en que el Cid Campeador se despide de su mujer e hijas en San
Pedro de Cardeña, camino de su destierro. Debemos recordar que nadie ha acudido
a socorrerle porque el rey lo ha prohibido tajantemente; hasta una niña de
nueve años, que abre la puerta de su casa para verle pasar hacia el destierro,
le dice que en el mal de las gentes del pueblo él no gana nada pidiendo
alojamiento, ya que el Rey ha amenazado a los lugareños hasta con sacarles los
ojos. Tras esa emotiva escena, el Cid manda a sus huestes seguir la marcha
hasta Cardeña, donde se hallan alojadas su mujer doña Jimena y sus hijas doña
Elvira y doña Sol.
Los versos que siguen (versión de
Pedro Salinas) recogen dicha despedida.
“Con luces y con candelas los monjes salen al patio.
“Gracias a Dios, Mio Cid, le dijo el abad don Sancho,
puesto que os tengo aquí, por mí seréis hospedado”.
Esto le contesta entonces Mio Cid el bienhadado:
“Contento, de vos estoy agradecido, don Sancho,
prepararé la comida mía y la de mis vasallos.
Hoy que salgo de esta tierra os daré cincuenta marcos,
si Dios me concede vida os he de dar otro tanto.
No quiero que el monasterio por mí sufra ningún gasto.
Para mi esposa Jimena os entrego aquí cien marcos;
a ella, a sus hijas y damas podréis servir este año.
Dos hijas niñas os dejo, tomadlas a vuestro amparo.
A vos os las encomiendo en mi ausencia, abad don Sancho,
en ellas y en mi mujer ponedme todo cuidado.
Si ese dinero se acaba o si os faltare algo,
dadles lo que necesiten, abad, así os lo mando.
Por un marco que gastéis, al convento daré cuatro.”
Así se lo prometió el abad de muy buen grado.
Ved aquí a doña Jimena, con sus hijas va llegando,
a cada una de las niñas la lleva una dama en brazos.
Doña Jimena ante el Cid las dos rodillas ha hincado
Llanto tenía en los ojos, quísole besar las manos.
Le dice: “Gracias os pido, Mio Cid el bienhadado.
Por calumnias de malsines del reino vais desterrado.
Y acabada la oración y tras la misa escuchar,
Salen todos de la iglesia, ya van a cabalgar.
El Cid a doña Jimena un abrazo le fue a dar
y doña Jimena al Cid la mano le va a besar;
no sabía ella qué hacerse más que llorar y llorar.
A sus dos niñas el Cid mucho las vuelve a mirar.
“A Dios os entrego, hijas, nos hemos de separar
y sólo Dios sabe cuándo nos volvamos a juntar”.
Mucho que lloraban todos, nunca visteis más llorar;
como la uña de la carne así apartándose van.
Gonzalo de Berceo (1180-1246) es el
primer poeta castellano de nombre conocido, el cual tomó el apellido de la
localidad riojana donde nació. Se educó en el monasterio de San Millán de Suso
y estuvo vinculado con los monasterios de San Millán de la Cogolla y Santo
Domingo de Silos. Se ordenó de diácono y de sacerdote. Hacia 1235 comenzó a
escribir, tarea que no abandonaría hasta su muerte.
Podemos
clasificar su obra de la siguiente manera:Vidas de santos: Vida de Santo Domingo de Silos, Vida de San Millán y Vida de Santa Oria.
Obras
relacionadas con la Virgen : Milagros de
Nuestra Señora, Loores de Nuestra
Señora y Planto que fizo Nuestra
señora el día de la Pasión de su Fijo.
Otros temas: Martirio de San Lorenzo, Sacrificio de la Misa y Los signos que aparecerán antes del
Juicio.
Pero en Berceo
lo más interesante, poéticamente hablando, son los Milagros de Nuestra señora, 25 casos de vidas pecadoras de devotos
de la Virgen, a quienes la Gloriosa salva con su infinita bondad en momentos muy
delicados. Los Milagros se inscriben en el marco de la literatura mariana que
en esos momentos abunda en Europa. Era fácil entonces rastrear por todas partes
relatos piadosos escritos en latín, que fueron traducidos a varias lenguas,
sobre todo, al francés. Se cree que nuestro poeta se basó en los Miracles, de Gautier de Coincy para
redactar 24 milagros de los 25 de que consta su obra. Aunque Berceo sabe darles
un sello personal inconfundible. Los Milagros
aparecen precedidos de una Introducción,
especie de alegoría que representa al hombre como un romero camino de su
salvación.
El mérito de Berceo consiste en haberlos
hecho accesibles al pueblo por medio de un lenguaje ingenuo y realista, dotado
a veces de una gran fuerza dramática. Esto, unido a su humanidad candorosa y su
fervor religioso humano y sencillo, convierten al poeta en una figura admirada
por toda la literatura posterior.
Entre los
milagros destacan los siguientes:
La casulla de San Ildefonso (la Virgen
le entrega al santo una casulla como premio y que, en cambio, asfixia a uno de
sus sucesores), El
milagro de Teófilo (este vicario del obispo pacta con el diablo, herido en
su orgullo por no habérsele entregado la plaza de su antecesor, que había
muerto; pero recuperado el puesto y arrepentido de su pecado, hace que la
Virgen rescate la cédula donde había renegado de sus creencias), El ladrón devoto (un malhechor es
condenado a la horca por sus crímenes, pero la Virgen impide que muera ahorcado
poniendo su mano entre la cuerda y el cuello del bandido devoto), La iglesia robada (el único que es
cosecha personal, cuenta cómo un clérigo que se dispone a robar en un templo
castellano no consigue impedir que su mano quede pegada a la toca de Nuestra
Señora y así lo pueda prender la justicia).
Otros igualmente
conocidos son La imagen respetada, El niño judío o El clérigo ignorante. En todos ellos descubrimos los mismos rasgos
de ingenuidad y realismo, y así vemos a la Virgen hablar como una mujer que
tiene sentimientos humanos (enfados, celos…), a los diablos jugar al balón con
las almas de los hombres o a los obispos hacer caso de habladurías de terceras
personas.
El texto
seleccionado pertenece al Milagro IX, titulado El clérigo ignorante, historia que relata la destitución de un
clérigo por su obispo, tras oír la acusación de que sólo sabe cantar la misa de
la Virgen. Apenado por su situación, el clérigo acude en busca de ayuda a su
Señora, la cual, tras escucharle, se aparece al obispo visiblemente molesta, le
reprende duramente por su fea acción y le obliga a restituir al sacerdote a su
iglesia; una vez recuperado su puesto, el clérigo continúa cantando su peculiar
misa a la Virgen como siempre ha hecho.
“Ante el obispo vino el cura pecador;
había por el miedo perdido su color;
No podía, de vergüenza, mirar a su señor;
nunca sudó el mezquino tan amargo sudor.
El obispo le dijo: “Pater, di la verdad,
si es tal como me dicen tu enorme necedad.”
El buen el hombre le dijo: “Señor, por caridad,
si dijese que no, diría falsedad.”
El obispo le dijo: “Ya que no tienes ciencia
de decir otras misas, ni sentido o potencia,
te prohíbo que celebres y te doy la sentencia:
por el medio que puedas busca tu subsistencia”.
Salió el cura a la calle triste y desamparado;
tenía gran vergüenza y daño muy marcado;
volvióse a la Gloriosa lloroso y aquejado,
que le diese consejo, pues estaba aterrado.
Esta Madre preciosa que nunca le faltó
aquien de corazón a sus plantas cayó,
el ruego de su clérigo en seguida escuchó,
y sin tardanza alguna al punto socorrió.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario