3. FERNANDO DE
HERRERA (Representante de la Escuela Sevillana)
Fernando de
Herrera (1534-1597) nació y murió en Sevilla. De familia humilde, abrazó la
vocación religiosa (se ordenó de menores) y dedicó su vida al estudio y a la
poesía. Se enamoró a distancia de doña Leonor de Milán, condesa de Gelves, a
cuya morada asistía con otras personas de letras. También frecuentó la tertulia
del humanista Mal Lara entre cuyos componentes se hallaban el pintor Pacheco y
otros poetas; este grupo sería el origen de la llamada Escuela Sevillana,
surgida en contraposición de la Castellana, representada especialmente por fray
Luis de León. Fue llamado por sus contemporáneos “el Divino” por la delicadeza
y finura de sus composiciones líricas y el lenguaje empleado en ellas,
enriquecido con todo tipo de elementos cultos y sólo asequible a una selecta minoría.
Su obra abarca
dos temas principalmente: el del amor y el de la patria. Entre las
composiciones amorosas destacan las dedicadas a doña Leonor, modelo para el
poeta de la belleza divina. Con tono resignado y melancólico y abundancia de
imágenes estas composiciones expresan la tristeza y el desengaño de su autor.
Hay otras que cantan elementos de la naturaleza, como la noche. De unas y otras
destacan los Sonetos, las Canciones y las Elegías.
Las
composiciones de tema patriótico emplean un tono más solemne y poderoso, y entre
las más conocidas destacan las canciones Por
la pérdida del rey don Sebastián y Por
la batalla de Lepanto.
1.
Osé y temí: mas pudo la osadía
tanto que desprecié el temor
cobarde;
subí a do el fuego más me enciende y arde
cuanto más la esperanza se desvía.
Gasté en error la edad florida mía,
ahora veo el daño, pero tarde,
que ya mal puede ser que el seso guarde
a quien se entrega ciego a su porfía.
Tal vez prüebo —mas, ¿qué me vale?— alzarme
del grave peso que mi cuello oprime,
aunque falta a la poca fuerza el hecho.
Sigo al fin mi furor, porque mudarme
no es honra ya, ni justo que se estime
tan mal de quien tan bien rindió su pecho.
subí a do el fuego más me enciende y arde
cuanto más la esperanza se desvía.
Gasté en error la edad florida mía,
ahora veo el daño, pero tarde,
que ya mal puede ser que el seso guarde
a quien se entrega ciego a su porfía.
Tal vez prüebo —mas, ¿qué me vale?— alzarme
del grave peso que mi cuello oprime,
aunque falta a la poca fuerza el hecho.
Sigo al fin mi furor, porque mudarme
no es honra ya, ni justo que se estime
tan mal de quien tan bien rindió su pecho.
2.
“Si alguna vez mi pena
cantaste tiernamente, Lira mía,
y en la desierta arena
deste campo extendido
desde la oscura noche al claro día
rompiste mi gemido;
ahora olvida el llanto,
y vuelve al alto y desusado canto.
No celebro los hechos
del duro Marte, y sin temor osados
los valerosos pechos,
la siempre insigne gloria,
d' aquellos Españoles no domados;
que para la memoria,
que canto me da aliento
Febo a la voz, y vida al pensamiento.
Escriba otro la guerra,
y en Turca sangre el ancho mar cuajado,
y en l' abrasada tierra
el conflicto terrible,
y el Lusitano orgullo quebrantado
con estrago increíble;
que no menor corona
teje a mi frente el coro d' Elicona.”
cantaste tiernamente, Lira mía,
y en la desierta arena
deste campo extendido
desde la oscura noche al claro día
rompiste mi gemido;
ahora olvida el llanto,
y vuelve al alto y desusado canto.
No celebro los hechos
del duro Marte, y sin temor osados
los valerosos pechos,
la siempre insigne gloria,
d' aquellos Españoles no domados;
que para la memoria,
que canto me da aliento
Febo a la voz, y vida al pensamiento.
Escriba otro la guerra,
y en Turca sangre el ancho mar cuajado,
y en l' abrasada tierra
el conflicto terrible,
y el Lusitano orgullo quebrantado
con estrago increíble;
que no menor corona
teje a mi frente el coro d' Elicona.”
Frente a la sencillez y sobriedad de forma que caracterizan la poesía de la Escuela Castellana, representada por fray Luis, la poesía de Escuela Sevillana, cuyo máximo representante es Herrera, presenta una forma exuberante, culta, enriquecida con alusiones a la Mitología clásica, presencia abundante de recursos estilísticos, como epítetos, hipérbatos, perífrasis, metáforas, personificaciones, etcétera.
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