5. EL ROMANCERO VIEJO (SIGLO XV)
Romances históricos, pertenecientes a los
siguientes ciclos: de don Rodrigo, el último rey godo; de Bernardo del Carpio,
de Fernán González, del Cid y del Sitio de Zamora, de los Infantes de Lara…
Romances juglarescos, muchos de cuyos temas se
refieren a las guerras fronterizas entre moros y cristianos (el de Abenámar, por ejemplo) o a las cortes
carolingia y bretona (el que comienza “De Francia partió la niña” es una
muestra muy conocida).
Romances líricos, de gran belleza y profundos
sentimientos, entre los que destacan el del Conde Arnaldos y el del Prisionero.
“Que por mayo era por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de día,
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero,
¡déle Dios mal galardón!”
“¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un halcón en la mano
la caza iba a cazar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
la jarcia de oro cendal,
marinero que la guía
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan al hondo
arriba los hace andar,
las aves que van volando
las hace al mástil posar.
Allí habló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
“-Por Dios te ruego, marino,
dime ahora ese cantar.”
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
“-Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va.”
Del cerco de Zamora
“Apenas era el
rey muerto
Zamora ya está cercada;
de un cabo la
cerca el rey,
del otro el Cid
la cercaba.
Del cabo que el
rey la cerca
Zamora no se da
nada.
Del cabo que el
Cid la aqueja
Zamora ya se
tomaba.
Doña Urraca en
tanto aprieto
asomóse a una
ventana,
y allí de una
torre mocha
estas palabras
le hablaba:
“-Afuera,
afuera, Rodrigo,
el soberbio
castellano,
acordarte ahora
debías
de aquel buen
tiempo pasado
cuando fuiste
caballero
en el altar de
Santiago,
cuando el rey
fue tu padrino
y tú, Rodrigo,
el ahijado;
mi padre te dio
las armas,
mi madre te dio
el caballo,
yo te calcé las
espuelas
porque fueras
más honrado:
pensé casarme
contigo,
no lo quiso mi
pecado;
te casaste con
Jimena,
hija del conde
Lozano:
con ella hubiste
dinero,
conmigo tendrías
estado
porque si la
renta es buena,
mucho mejor el
estado.
Bien te casaste,
Rodrigo,
mejor te
hubieras casado;
despreciaste
hija de rey
por tomar la de
un vasallo.
Volvióse presto
Rodrigo
y le dijo muy
angustiado:
“-Afuera, afuera
los míos,
los de a pie y
los de a caballo,
pues de aquella
torre mocha
una flecha me
han tirado.
No traía asta de
hierro,
el corazón me ha
pasado,
ya ningún
remedio siento,
Sino vivir más
penado…”
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