miércoles, 30 de abril de 2008

HILO DIRECTO CON DIOS

GUERRERO, UN CONSERJE ESPECIAL

También se jubiló un conserje un año antes de la obligada estampida de profesores del Colegio, justo el año en que el "Extremeño" pasó el calvario de la biblioteca. Este conserje se apellidaba Guerrero y realmente hacía honor a su apellido pues perseguía durante todo el curso con un celo verdaderamente singular a los alumnos que no habían pagado la llave de su taquilla. Cumplía asimismo las tareas más rutinarias como si le fuera en ello la vida; una de ellas consistía en pasar por las clases recogiendo la lista de los alumnos ausentes y luego comprobar si a lo largo del día alguno de ellos había llegado por fin al Colegio. Pues bien, si el encargado de curso no se percataba de ello, Guerrero procuraba sin el menor atisbo de desánimo buscarle por todo el Colegio para comunicárselo. Era soriano y muy simpático. Tenía un nieto que se metía con él porque era del Barça. Se había empeñado inútilmente en que el niño se aprendiera de memoria la alineación del equipo culé. Se pasaba el día hablando del “jodío” niño, guapo como un sol pero cabrito como su padre, merengue de toda la vida, como Antonio de Pedro. Iba mucho por el despacho del "Extremeño" para tomarle prestado el periódico, cuya sección de Deportes leía de cabo a rabo cuando todas las tareas del Pabellón estaban ya cumplidas y requetecumplidas. Existía un pacto secreto entre conserje y profesor, que, por cierto, se llevaban a las mil maravillas. De ahí que el "Extremeño" supiera tantas quisicosas del Colegio; en cuanto ocurría la menor, Guerrero hacía de correveidile y Antonio de caja de resonancia para nuestro grupo. Se llevaban tan bien los dos y había tanta confianza entre ellos, que el conserje hacía partícipe al profesor de todas sus inquietudes personales y laborales. Cuando hablaban del sexo y de su práctica, el simpático conserje se rascaba una oreja y le decía con un tono de voz que emocionaba:
“Recuerdo que eso me gustaba mucho, señor de Pedro.”
Respecto a las putadas que los gerifaltes del Colegio le hacían, como obligarle a recoger los papeles del suelo de todo el Colegio, colocar las sillas del Campo de fútbol cuando tenía lugar la Fiesta Deportiva o las del Polideportivo en la Fiesta de Navidad de los padres y alumnos, entre otras, solía decirle filosóficamente al "Extremeño":
“Tras cornudo apaleao”.
Al profesor amigo le confesaba, abundando en el tema, que en su garita a la entrada del Pabellón se sentaba a veces sobre una garrafa. Asombrado el "Extremeño" le preguntaba:
"¿Y eso por qué?"
A lo que el conserje respondía mientras esbozaba una sonrisa:
"Para acostumbrarme a no notar nada extraordinario el día que me den por el culo."
Era también culto y le gustaba leer. Recuerdo que a veces me pedía las Poesías Completas de Antonio Machado para repasar los poemas que el poeta sevillano dedica a Soria, que como ya he dicho era la patria chica del conserje, y en más de una ocasión me recitaba, con más voluntad que acierto, y para pagar de algún modo el favor que le hacía al prestarle los libros, los versos conocidos de:
“He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria – Barbacana
hacia Aragón en castellana tierra...”
En especial, cuando volvía de las vacaciones, que pasaba en su tierra.
Hace poco lo volví a ver en Sabadell, donde el viejo conserje vive su gozosa jubilación. Estaba en una plaza de la Rambla acompañado de un niño.
“Es mi nieto”, me dijo señalándolo, “el cabrito merengue que no quiere aprenderse ni pa Dios la alineación del Barça. Pero ¿ve?, el jodío es más guapo que el sol.

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